Recuerdo cuando me hice de mi camarita digital, me dije: -tienes que capturar algo que valga la pena, el proyecto era recorrer los rincones de Concepción del Oro, capturar en imágenes su esencia, sus montañas, su flora y su fauna. Quien piense que el semidesierto no tiene nada que ofrecer, pues les tengo malas noticias, están equivocados,

Concepción del Oro se encuentra en una de las zonas geológicas de gran importancia histórica por tener un suelo polimetálico (que incluye a Mazapil y Melchor Ocampo), vivimos sobre suelo rico en plata, cobre, oro, zinc, plomo entre otros mas. También contamos con un pino único en su especie el Pinus Jhoannis y una gran variedad de fauna, sin embargo era la primera vez que usaba la cámara y aún no me acostumbraba a ella ni a todas sus funciones pero el error mas grande fue haber elegido unas baterías que no eran las correctas, grave error, y por si fuera asunto del destino en mi recorrido tomé mas de ochenta fotografías pero se lograron guardar 41 fotos, lamentablemente las mejores fotografías se perdieron, mi compañero de viaje y guia el Sr. Chilo Cepeda hizo de todo para darle energía a esa basura de baterías las calentó, las puso en papel, las dejó al sol y tan solo servían para un par de disparos,  la mala suerte parecía acompañarnos apenas llevábamos un 10 % del recorrido y ya nos encontrábamos en “las mesas” , grandioso lugar, se puede apreciar como si fuera una llanura pero encima de una montaña, la vista ahí es completamente agradable aún sin árboles, mi primer pensamiento fue construir una casita de piedra ahí, y quedarme a vivir hasta el fin de mis días, honestamente valdría la pena. Continuamos hacia nuestro destino principal: “el cerro del ángel”, una escarpada cima de apenas seis metros de largo por unos dos metros de ancho en su borde superior a 2400 mts de altura sobre el nivel del mar, y por ambos  lados de este a oeste únicamente el precipicio. Poco a poco íbamos abandonando la planicie de “las mesas” y empezamos a descender hacia los arroyos cuando un asustadizo conejo de monte nos salió de entre las rocas verdosas por los hongos acumulados y secos durante años, estaba gordo el condenado y yo creo que se burlaba de nuestro torpe paso con su habilidad que pronto escapo de nuestra vista. Después llegamos a un pequeño arroyo con un caudal casi ridículo así que lo menosprecié por no ofrecerme la suficiente cantidad de agua ni siquiera para lavarme las manos, fue cuando mi compañero se adentró un poco hacia el arroyo que después decidí buscar algunas piedras llamativas cuando me percaté al agacharme a recoger una que a lo largo del riachuelo y en determinado ángulo el sol hacia brillar múltiples partículas de metal acompañadas de piedra negra volcánica y recordando esos programas americanos  y las enseñanzas que ahí daban, solo podía ser una cosa: ORO, a lo largo de todo el arroyo se repetía el mismo patrón de piedra volcánica pesada y obscura y las pequeñas partículas de oro que las acompañaban, no podía creerlo le decía a Chilo, tal vez el lento flujo del agua provocaba un perfecto lavado del mineral, oro justo bajo nuestras narices!.

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