Concepcion del Oro - Blog

Concepción del Oro

 

Hace algunos años hubo un tren que comparado con los demás, resultaba ser un trenecito de juguete, era tan chiquito que se le apodó " el piojito". A pesar de ser tan pequeño realizaba una tarea de enorme valor, transportar oro, plata, cobre y otros metales, de Concepción del Oro Zacatecas a Saltillo Coahuila por lo que su nombre oficial fue Ferrocarril Coahuila y Zacatecas.

Se constituyó como el primer medio de comunicación colectiva, su andar era lento como el de los abuelitos y al abordarlo tenía la ternura y la sensación de paz que se experimenta al estar entre sus brazos.

Día con día su viaje empezaba a las 7 de la mañana de Saltillo a Concha, a donde llegaba a las 12 del mediodía, en muchas de las veces coincidía el silbido del tren entrando al pueblo con el silbato de la fundición anunciando la salida a comer de los trabajadores de la compañía.

La vía de entrada y salida era lo que hoy es la calle 16 de septiembre y su terminal ocupaba una gran superficie desde la calle Abasolo donde se ubican los semáforos hasta la plaza del minero.

A la llegada a la estación, lo mismo que a la hora de salida, los vendedores de paletas, dulces, lonches, etcétera, se acercaban a sus vagones en busca de clientes.

Al descenso de los pasajeros, venían las maniobras de movimiento de los carros de combustible, carga y pasaje preparando el regreso. La máquina del tren, recibía su cambio de dirección en un sitio especial, que estaba en el lugar que ocupa el mercado 4 de marzo y la plaza Urdiñola. Nunca supe el nombre de ese sitio, era un hueco circular que en su fondo se veía un riel de vía que circundaba el interior, encima de él, unas llantas de acero de ferrocarril y encima de ellas una plataforma de durmientes madera con rieles en los que se colocaba la máquina. En los costados de la plataforma había unas palancas con las que se le hacía girar para cambiar de dirección a la máquina.

Después de todas estas maniobras necesarias y de la carga y descarga de los carros y el abordaje de los pasajeros a los vagones, a la 1 de la tarde el silbido de la máquina anunciaba la salida hacia Saltillo.

Toda una aventura se iniciaba en un viaje de aquellos, en el andar lento y mecedor del piojito, la hermosa imagen de su andar que al hacerle frente a las corrientes de aire la columna de humo que despedía formaba diversas figuras en el firmamento, muchas veces la llegué a figurar como una dama de cabellera larga al viento en plena carrera.  Ese andar te permitía disfrutar de cada uno de los paisajes del camino y de las estaciones que había en su transcurso y del pregón de los vendedores de cada uno de ellos ofreciendo sus productos, fruto de su trabajo y el afán de lograr el sustento.

Después de 5 horas de viaje por fin la llegada a Saltillo y el final de un día en el ir y el venir de un tren que unió estás ciudades por un lapso de casi 80 años.