(Día 4, Concepción del Oro, Zac. - San Luis Potosí, S.L.P.)
Me despierto un poco después de las 7am y rápidamente comienzo a prepararme mientras Delfina me prepara un rico desayuno. ¡Gracias por todo Delfina! Luego de unas fotos para el recuerdo retomo mi camino. La mañana es fría pero no tanto como estuvo el día de ayer. Lleno nuevamente el tanque pues de nueva cuenta me internaré en sitios desconocidos y no se lo que me espera.
Tomo nuevamente esa carretera Saltillo – Zacatecas en dirección de ésta última. Siento que de nueva cuenta me interno en un gran desierto, el semidesierto zacatecano. La carretera está en su punto para rodar, es interminablemente recta, pero casi no hay tráfico y aunque en alguna parte está en construcción (ampliación) está bastante bien señalizada y disfruto bastante el rodar. En San Tiburcio me desvío a la izquierda, en dirección a Matehuala.
Es una carretera muy angosta y demasiado solitaria, creo es incluso más solitaria que la carretera San Pedro de las Colonias – Cuatrociénegas que recorrí el segundo día. Aquí la diferencia es que si se ven cables de energía eléctrica, pero se ven muy pocos automóviles y de los pocos que veo procuro saludar siempre a sus conductores. Esta carretera si parece abandonada, me siento en otro planeta, por momentos me siento demasiado lejos de casa. Recuerdo cuando le platiqué a Almighty un poco de mis planes de pasar por el semidesierto. Él se imaginó que mi ruta sería por puros caminos de terracería, con los grandes peligros que esto implica. Ahora pese a ir en carretera me siento así, tan frágil y vulnerable que si me pasara algo y quedara tirado a tan sólo dos o tres metros de la carretera podrían pasar días sin que nadie me viera. Llego a la desviación a la derecha que sigue a Real de Catorce, pero según mi plan no puedo darme el lujo de pasar por ahí, eso me quitaría mucho tiempo. Así que me sigo derecho y paso por Cedral, donde por algunos metros va detrás de mi una camioneta de valores, no viene leyendo placa ni nada, pero en su cofre trae un rinoceronte pintado, además los colores azul marino y rojo en su imagen en general le dan el efecto deseado. En cierto modo me llega a atemorizar y no me siento seguro, así que en cuanto puedo le doy el pase para que me rebase y haga lo mismo con los automóviles que van delante de mi.
Llego a Matehuala, comienzo a tomar rumbo a San Luis Potosí por una autopista regularmente transitada pero donde todos los vehículos van a buena velocidad. Me detengo en una gasolinera a alimentar a la sedienta DR y en una tienda de conveniencia me paro a hacer algunos apuntes y mandarte informes sobre mi ubicación. En eso estoy cuando se me acerca un señor humilde, trae muletas, de una pierna le falta de la rodilla para abajo y trae algunos implementos para lavar vidrios de autos. Me pide ayuda y así comenzamos a conversar, al enterarse que soy de Durango me comenta que a el alguna vez le picó un alacrán y le hizo bastante daño, estuvo varios días tirado en cama recuperándose del intenso dolor. También me dice que a veces ofrece sus servicios de guía a camioneros o automovilistas que pasan por el lugar. Algo que se me hizo muy curioso es que en su antebrazo izquierdo trae anotados los números de emergencia y denuncia anónima 066 y 084 (este último no estoy seguro que sea el correcto).
Tomo decididamente la autopista a San Luis Potosí y voy a buen ritmo. Es buen momento para decir que hasta aquí y casi todo el viaje anduve a 100km/hr, a veces alcanzando o superando los 110 y la DR ni se quejaba, siempre respondió muy bien aunque al final gastó mas gasolina que de costumbre como se verá en los últimos párrafos de este texto. Así que voy rodando por una aburrida autopista a 100km/hr, es un buen ritmo, no muy lento ni muy rápido, adelanto a todos los trailers que me encuentro y a varios automóviles. El camino es aburrido, aunque son nuevos caminos y paisajes ya no me llaman tanto la atención. Creo que el hecho de ser autopista le quita el encanto a esta nueva ruta que estoy conociendo.
De pronto comienzo a ver letreros donde se nos pide a los usuarios de la autopista “No comprar especies de animales pues es delito federal” y más adelante a lo largo de un kilómetro o más, a los lados de la autopista hay diversos puestos improvisados donde se venden pieles y parte de animales seguramente de la zona. Están disecados o al menos eso parece pues no me atrevo a detenerme en el lugar. En el momento no lo pensé, pero la idea que a continuación expreso se me ocurre en este momento, varios días después de pasar por ahí. Aunque legalmente está prohibido lo que ahí se realiza (compra-venta de animales) éstas personas siguen haciéndolo. Si lo hacen debe ser porque les es redituable y si pasa esto es porque hay gente que consume eso que está prohibido. Me parece que es una perfecta analogía con el problema del tráfico y consumo de drogas. Por falta de educación los consumidores siguen adquiriendo animales tal vez en peligro de extinción. Si dejaran de adquirirlos, obviamente quienes los venden tendrían que dedicarse a otra cosa. Pero no, los consumidores siguen haciendo algo que está mal, aunque sin que ellos lo sepan les hace daño a ellos mismos o probablemente se los hará a sus hijos...
Ya casi llegando a San Luis venía ligeramente cansado, tal vez fue este monótono tramo de la autopista de Matehuala a San Luis Potosí, tal vez fue el cansancio acumulado del viaje y que me hubiera caído muy bien quedarme un día a descansar en cualquier lugar. No lo se, pero decidí llegar a San Luis, comer algo y ahí decidir si continuar como era el plan original hasta Toluca o no. Llego a San Luis, me encuentro con un centro de calles adoquinadas, automovilistas que van rápido y como por ahí le leí a Almighty no tienen mucha idea, conducen un tanto erráticos y si a esto le sumamos que yo también ando un poco errático por el cansancio pues ese rodar por la ciudad de San Luis se vuelve un tanto estresante. Busco sin éxito algún lugar que me invite a comer por el centro y no encuentro nada por el estilo. Me sigo y llego a un jardín donde encuentro un puesto de tortas. Sin pensarlo mucho me detengo ahí y disfruto una riquísima torta de alambre, ¡luego pedí otra!
Estuve ahí sentado en el jardín, sin hacer nada, sólo pensar o a veces ni eso, luego consulté mapas, aún no tenía ganas de continuar. Di una vuelta por el jardín y supe que se llama Jardín de San Sebastian al igual que la iglesia que hay enfrente.
Me fui a buscar hotel, también fue un poco complicado pues en el centro no vi casi ninguno, así que decidí tomar la salida de San Luis o el periférico y buscar algo por ahí y por accidente llegué a la zona hotelera, donde vi puros hoteles lujosos, el más barato de 1,100 la noche así que estaba a punto de irme rumbo a Zacatecas para buscar alguna opción en el camino cuando encontré un hotel de 500. Fue lo más caro que pagué por hospedaje en todo este viaje pero creo que estuvo bien, ya que incluía un desayuno continental y las instalaciones lo ameritaban. Pasé la tarde simplemente descansando, leyendo, viendo televisión, caminando un poco por el hotel y ya. No salí a conocer San Luis Potosí. No me pregunten pero desde hace años tengo una mala imagen de esa ciudad. Jamás me pasó nada malo, pero simplemente algo no me gusta de ahí. Creo que es una de las pocas ciudades en México en las que me negaría a vivir o trabajar. Me di cuenta en el mapa que pude haber bajado a San Luis Potosí por Real de Catorce sin tomar la autopista de Matehuala, eso tal vez hubiese vuelto el sentido del viaje a lo que fue en su origen, “pueblear” y conocer nuevos rumbos, interesantes pueblos, interesantes personas. Ni modo, las cosas pasar por algo y esta vez así sucedió, no vi bien los mapas durante mi “planeación” ni la noche previa, así que Real de Catorce queda pendiente para otra ocasión y por lo pronto yo estoy decidido a regresar a mi casa al día siguiente. Me fui a descansar con el corazón latiendo más fuerte, buscando la Luna y buscando verte a través de ella pero no la encontré, entonces vi las estrellas, algunas pocas y ahí te vi.