Concepcion del Oro - Blog

Concepción del Oro

 

(Día 3, Cuatro Ciénegas, Coah – Concepción del Oro, Zac.)

 Despierto un poco tarde pero perfectamente descansado así que trato de preparar mis cosas lo más rápido posible para no perder más tiempo, así que luego de desayunar en el Restaurante “El Doc” tomo camino rumbo a Monclova casi a las 10am. Voy con muchas ganas, por una parte me es totalmente desconocido el camino hasta Saltillo pasando por Monclova y por otra el volver a recorrer los caminos mineros de Zacatecas por los cuales anduve hace más de un año.

La DR tiene ganas de seguir devorando kilómetros, yo también, tal vez son demasiadas las ganas y ahí va, ahí sucedió antes de al menos dejar atrás Cuatrociénegas que es cuando caigo.

 Voy por una calle de concreto hidráulico y en una esquina veo el señalamiento de “Monclova” apuntando a la calle que entronca desde la izquierda. Venía un poco desorientado ya que no estaba seguro que esa calle me llevaría a mi destino, así que cuando la veo y con las ganas que traigo de rodar doy esa vuelta de esquina a una mayor velocidad y con una mayor inclinación de lo que me lo permite el deslizante concreto hidráulico casi pulido por el que voy. Casi doy esa vuelta de esquina como tomaría alguna cerrada curva de la carretera Durango – Mazatlán y entonces sucede, de pronto en una fracción de segundo estoy en el piso escuchando como va raspando alguna parte metálica de mi DR contra el suelo. Mi primer pensamiento al darme cuenta que no me había pasado nada grave fue que de algún modo este error había arruinado mi viaje. Creí que seguramente la DR habría sufrido algún daño irreparable en el lugar y hubiese tenido que transportarla por algún medio a alguna ciudad cercana o incluso hasta Durango. Al levantarme vi que una muchacha que pasaba por el lugar estaba muy asustada luego de haberme visto caer, ya me levanté y al verla le hice una seña de que estaba bien. Continuó su camino. Ya con más calma levanté la moto del piso, revisé a conciencia los daños en mí y luego en la moto. Me encontré con un ligero raspón en la rodilla izquierda (sólo cubierta por un pantalón de mezclilla y un pants) y con mi chamarra un poco sucia por el contacto con el suelo, pero mi codo intacto gracias a las protecciones integradas. A la moto sólo se le raspó el espejo izquierdo y la direccional trasera del mismo lado. También sentí que el manubrio se enchuecó ligeramente. Luego de una minuciosa revisión a la misma comencé a avanzar pero apenas dos cuadras adelante me detuve a revisar de nuevo. Continué y en un amplio estacionamiento vacío me puse a dar pequeños acelerones para luego frenar fuerte para así detectar posibles desperfectos en el eje delantero en general, también hice algunas “eses”. Comprobé que todo estaba en orden y ahora si tomé la carretera.

 

Durante los primeros kilómetros saliendo de Cuatrociénegas iba pensando en lo que había pasado y llegué a la conclusión que fue un simple descuido provocado por un estado de emoción inadecuado. Por momentos llegué a considerar irme a Saltillo y de ahí tomar rumbo a Durango, pero conforme fueron pasando los kilómetros recuperé el sentido de la rodada y seguí firme con ganas de seguir conociendo estos nuevos sitios.

 

Pasando por un poblado llamado Sacramento decido buscar atención médica para que me revisen mi pequeña herida abrasiva. Simplemente me la lavan y me colocan una gasa para protegerla. De hecho creo que no era para tanto, pero debido a la lejanía de mi hogar preferí hacer esto. Ya continué recorriendo grandes llanos y valles que cada vez eran menos desérticos, o al  menos cada vez se ven más montañas a mi alrededor. Hace un frío que no había sentido los dos anteriores días. Justo pasando un anuncio espectacular con la silueta de un dinosaurio recuerdo que cerca de Saltillo está el Museo del Desierto, así que estoy atento por si me lo encuentro en mi camino. Paso Monclova por su libramiento pues creo que ya he perdido un poco de tiempo con lo de mi caída, avanzo rápidamente y llego a Saltillo pasando primero por Ramos de Arizpe, así que por unos momentos me toca transitar por la autopista Saltillo - Monterrey con automóviles y trailers circulando a gran velocidad, los más lentos van a 100km/hr. Anteriormente ya conocía Saltillo y no me gustó. Me parece una ciudad sin mucho interés turístico por lo cual la paso por el periférico y a diferencia de hace más de un año que estuve por aquí, ahora se ven ya concluidos algunos pasos a desnivel y cruceros que estaban en construcción en aquel entonces. Sin embargo, no me salvo de un pequeño tramo de carga vehícular por la construcción de algún paso a desnivel.

 

Ahí  me detengo para descansar por unos momentos, informarte de mi situación y prepararme para lo que sigue. Comienzo a seguir el señalamiento que me llevan en dirección a Zacatecas. Durante un año y dos meses estuve recorriendo en diversas ocasiones esta carretera debido a que trabajé en la zona. Pero casi siempre no ponía atención en el camino, pues iba dormido, escuchando música o viendo alguna película en el camión de pasajeros que me transportaba. Ahora es diferente. Ahora comienzo a conocer mejor la carretera y sus paisajes que antes llegaba a detestar pues quería que pasaron lo más pronto posible camino a casa. Ahora veo que la carretera que antes era de dos carriles ya cuenta con acotamiento a cada lado. Esto seguramente disminuirá la gran cantidad de accidentes que antes se veían a diario.

 

Simplemente ruedo, respiro esos ambientes que antes no solía mirar siquiera. Mientras ruedo pienso y mientras pienso ruedo; mientras ruedo y pienso siento y me siento vivo. Veo el sitio donde un amigo sufrió un accidente del cual afortunadamente sobrevivió. También recuerdo cuando alguna vez viajando con Erick en su camioneta tuvimos que detenernos en un poblado porque se había calentado el motor de la misma. Recuerdo alguna ida al Sendero de Saltillo en compañía de Sergio y Luis Fernández. Así voy recordando, veo la larga y última recta antes de llegar a Concepción del Oro, ya en territorio zacatecano.

 

Paso por el Ríos, un restaurant y hotel del cual sencillamente no recomiendo su comida. Tiene un precio elevado y al menos en lo particular no me gusta el sabor e imagen de la misma. Ahí fue la primera comida que tuve a mi llegada a Concepción del Oro a principios del 2008. Me detengo en el Restaurant Salvador. Ese sitio era tradicional de los domingos, bajar de Peñasquito en compañía del Ing. Arellano, Sergio, Luis, Ramón, etc. y pasar un rato agradable comiendo un buen corte de carne. Decidí repetir la experiencia, pero esta ocasión ya no se ven los chalecos verdes de antes, ya casi no se ven los chalecos verdes por Concepción del Oro. Está la misma señora que atiende el lugar, pero algo ha cambiado, incluso el sabor no es el mismo. Como sea disfruto mi comida, te aviso de mi situación y también a mis amigos que viven en Concepción del Oro, en el momento no los puedo ver pues quiero dirigirme rápidamente a Mazapil y si es posible a Peñasquito y ya se comienza a hacer tarde.

 

Solamente cargo gasolina, atravieso Concepción del Oro y comienzo a subir por el camino empedrado, ese camino que antiguamente era la principal opción para transitar de Concha a Mazapil y que recorrí alguna ocasión solo para conocerlo, otra a pie para hacer algo de ejercicio, luego cuando nos bloquearon la carretera pavimentada y así, fueron cuando mucho diez ocasiones que pasé por ahí. Veo a mi derecha el Temeroso, una gran montaña que siempre estuvo ahí y que algún día caminaré por su cima. También paso por Aranzazú, un pueblo minero abandonado, seguro tuvo una intensa vida por algún tiempo.

 

Pasando la sierra donde ya se comienza a divisar el valle de Mazapil comienzo a sentir la nostalgia de tiempos anteriores. Llego a Mazapil y las sorpresas aparecen. Muchas de las calles están pavimentadas, a diferencia de antes que eran fuente inagotable de polvo y ruido del traqueteo de las camionetas y camiones que pasaban por ahí. Ahora veo que hay una gran ferretería, algunas farmacias y así por el estilo varios establecimientos que antes no habían. Pero me parece que éstos han llegado a destiempo, pues la actividad de construcción, la hojarasca con toda la gente foránea que llegó con gran fuerza, trabajando a veces sin mucho orden pero siempre con los recursos necesarios ya sea a la mano o improvisados, transformándolo todo, dándole una aparente vida a este lugar se ha ido, o al menos a simple vista se fue, ya no hay la misma locura de antes, ahora todo se ve más estable, ya parece que cada cosa está en su lugar y yo estoy lejos de ahí.

 

Paso por donde antes estaba la oficina móvil de unas personas que se pudieron considerar amigos, que fueron colegas, pero sólo eso. Me dirijo rumbo a Peñasquito y ahora si la carretera pavimentada parece igual que siempre, algún animal muerto a los lados y en las únicas curvas cerradas de este corto tramo me llevo un pequeño susto, pues voy tomando ligeramente rápido una curva a la derecha y al tratar de disminuir la velocidad ya un poco inclinado mi rueda trasera derrapa ligeramente. ¡Que bien se siente haber recuperado la confianza luego de la caída en la mañana! Comienzo a tomar el camino de terracería que rodea Peñasquito y veo que ahora está en un excelente estado. Me detengo en algún lugar desde donde se ve la mina, pues no tiene casi ir más adelante, el acceso me será negado pues ya no tengo ninguna relación con los trabajos que ahí se desarrollan.

 

Regreso a Mazapil, donde de nueva cuenta respiro un poco del ambiente nostálgico de reuniones con compañeros de trabajo que se llevaban a cabo sin apenas pretexto y siempre acompañados de cervezas y carne asada. Algunas veces esas reuniones tenían un agradable ambiente, pero otra no tanto; como quiera que sea fueron parte de aquella gran experiencia vivida en territorio zacatecano. Formaron parte de las amistades que hice ahí y de las cuales algunas ya se perdieron y otras apenas quedan rastro. Ahora me dirijo a Concepción del Oro por la carretera pavimentada, pasando por Santaolaya y el Astillero. El atardecer comienza a caer, ese atardecer que me trae por enésima vez tu recuerdo. Pero esta vez no es necesario cerrar mis ojos para ver los tuyos, esta vez ahí te siento, veo mi sombra al otro lado de la carretera y puedo ver la tuya junto a la mía, formamos una sola silueta.

 

Voy bajando por esas curvas que estaba acostumbrado a tomar en una camioneta, ahora voy de bajada y por el fuerte frío que se siente y por la caída de la mañana prefiero no inclinar demasiado y ahí voy bajando con calma, saboreando esas curvas que fueron escenario de algunos momentos compartidos con compañeros del departamento a fines del 2008 y principios del 2009. Risas, carrilla, algunas anécdotas, recordatorios de pendientes del trabajo, etc. Ya comienza a oscurecer así que me voy directo a Concepción del Oro a encontrarme con Delfina, quien amablemente me daría hospedaje por esa noche. Recordamos a algunas personas con quienes coincidimos trabajando para M3. Algunos ya no están, otros continúan, otros están en una mejor situación y así por el estilo. Luego de un té y unas galletas me dirigí a visitar a Karen y Abel, dos de los mejores amigos que tengo en Zacatecas. De la misma manera charlamos un poco sobre tiempos pasados, planes a futuro y recordamos a algunos amigos, como Erick quien nos hizo compañía virtual a través del mensajero. Disfruto de unos “hot-dogs” preparados por Karen, ¡gracias! Temprano, a las 10:30pm me despedí para irme a dormir, pues al día siguiente quería salir a las 7am para llegar a buena hora a Toluca.