Concepcion del Oro - Blog

Concepción del Oro

 

Extrañando  (Día 0, los preparativos)

 Normalmente los relatos de estas rodadas se escriben una vez terminadas. Esta ocasión quiero empezar con el día antes de salir, con la emoción a todo lo que da, cuando son las 11:37pm del sábado y no tengo mi mochila lista y apenas e hice un bosquejo de lo que quiero rodar.

Durante la tarde estuve pensando un poco en los kilómetros y nuevos sitios por conocer, algunos ya los vi hace muchos años, otros hace algunos pocos y otros me son desconocidos por completo. Esta tarde ha sido un lapso de mezcla de sentimientos entre nostalgia por el tiempo que te dejaré de ver y la emoción del propio viaje. Imagino recorrer nuevos caminos, conocer gente nueva, ver árboles, vacas, letreros y montañas. También desierto, oasis, todo será muy bueno. Espera mi regreso, no se si seré el mismo pero estoy seguro entonces seré mas fuerte. Mejor no pensar en los días sin ti, ya habrá tiempo para vivirlos.

 

La aventura comienza

(Día 1, Durango, Dgo. – Bermejillo, Dgo.)

 

Siento que no estoy listo, siento que este será un gran viaje por los nuevos lugares por conocer, pero todos los preparativos los hice muy rápido. Comienzo a rodar primero por las calles de mi ciudad a eso de las 8:30am pero salgo a la carretera casi hasta las 10am luego de una breve despedida. El tramo desde Durango a Cuencamé ya lo conocen, son largas y aburridas rectas, excepto casi al llegar a Cuencamé donde hay algunas curvas muy buenas. El día está perfecto para rodar, pues es ligeramente fresco, está semi-nublado y casi no hay viento, la DR corre, corre con más ganas a cada kilómetro, está muy emocionada por el viaje al igual que yo. En algún punto del camino donde no hay más presencia en la carretera que yo y la DR un ranchero vaquero que va sobre su caballo en el campo me saluda, así de esos saludos cuando dos extraños solitarios se encuentran y se alegran de romper por unos momentos con la aparente soledad de la que son presas.

 

Luego de un último e improvisado intento para que me acompañes un poco en este viaje continúo hasta La Loma (municipio de Lerdo, Dgo.), aún por carretera redescubriendo algunos paisajes que conocí hace algunos años y que ahora se muestran inmensos ante mi. Paso por la desviación a Graseros, sitio donde hace más de 5 años concluimos una aventura que consistió en recorrer a pie el Cañón de Fernández, iniciando aquella ocasión precisamente en el poblado de La Loma, Dgo. Éste es un pequeño poblado en el cual se ubica la Hacienda de la Santísima Trinidad de la Labor de España, conocida por su ubicación como Hacienda La Loma. Su importancia histórica radica en que en ese lugar el 29 de septiembre de 1913 fue creada la famosa División del Norte comandada por el general Francisco Villa. Actualmente aloja a una institución cultural de gobierno del Estado de Durango y un museo. Estuve en ese sitio por algunos minutos, ya sentía un fuerte calor por el sol que de pronto se asomaba entre las nubes.

 

Recorrí rápidamente el museo, la verdad no era mucho de mi interés en el momento, sólo habían objetos que posiblemente se usaron durante la lucha de revolución y ya, nada realmente interesante. Lo que en esta ocasión llamó mi atención fue una colección de billetes antiguos, entre los cuales algunos tenían el título EL BANCO DE DURANGO, lo cual se me hizo un tanto extraño, pues si bien ya sabía que anteriormente algunos estados fabricaban sus propias monedas, entre ellos Durango, no estaba enterado que también emitían billetes. La colección se veía en muy buen estado de conservación. Salí del museo, estuve haciendo unas anotaciones en mis memorias y ya cuando quise continuar el viaje al empezar a avanzar los primeros centímetros con la DR escuché un ruido como de algún fluido que escapaba a presión. No se porqué pero me dio la impresión de que la llanta delantera tenía una ponchadura. Me puse nervioso, creí que con eso ya se había arruinado el primer día de mi viaje, pues aunque en teoría tenía lo  necesario para reparar mi llanta jamás lo había hecho y eso podría conllevar algunas dificultades.

 

Luego de revisar detenidamente me di cuenta que el ruido que creí era aire escapando de la llanta en realidad era agua escapando de una manguera cercana... Vaya, menos mal. Me tranquilicé y continué ahora si por un camino totalmente nuevo para mi, me dirigí a La Goma, sitio a unos pocos kilómetros de La Loma, aunque a unos metros de La Goma (nadie me mandó ahí, yo sólo llegué, aclaro...) entré por Juan E. García según yo siguiendo el señalamiento que me lleva a Vicente Suárez y unas grutas que existen por ahí cerca, pero tomé antes el camino, me metí por una terracería algo descuidada y a las primeras personas que vi les pregunté por el camino, ya me aclararon amablemente que iba mal y por donde debía ir. Seguí sus indicaciones lo mejor que pude y ahora si ya estoy en el rumbo correcto, desde el inicio es terracería, pero es una terracería que me recuerda mucho cuando fui a la Presa de Las Mercedes, en Cuencamé. Al igual que en aquella ocasión el tipo de camino me invita a acelerar, a disfrutar como si estuviera en un rally y sólo me detengo varias veces a tomar fotos, porque aquí aunque el terreno es plano, paso cerca de montañas que jamás había visto, montañas secas y rocosas que parecen estar muertas pero en realidad no, sólo esperan.

 

Voy muy rápido, pero por momentos desacelero ante el recuerdo de mi casi-caída de aquella rodada a la Presa de las Mercedes. En alguna recta de nueva cuenta acelero a fondo, la emoción es grande y voy casi a 90km/hr pero cuando veo una sección del camino interrumpida por un arroyo enorme rápidamente freno y disminuyo mi velocidad lo más rápidamente posible dentro de mis capacidades y logro detenerme a tiempo. El camino continuaba por la izquierda pero ya no alcancé a tomarlo, así que sólo tomo una foto de donde pude haber sufrido un susto y continúo ahora con más cuidado...

 

Este camino de terracería de Juan E. García a Vicente Suárez tiene una longitud de unos 40km máximo, pero en ese trayecto sólo vi unas tres camionetas y unos dos poblados con habitantes (no recuerdo su nombre). Me detuve en uno de ellos para confirmar que iba por buen camino, primero un joven no me supo decir ya que no conoce por el rumbo y el mismo me mandó con un señor de avanzada edad quien amablemente me indicó que iba bien, así que confiando en su palabra seguí y ya no faltó mucho para ver un letrero que me confirmaba mi rumbo. De igual manera comencé a ver las montañas que ya conocía y que forman la Sierra del Rosario.

 

Estuve en esta Sierra hace más de diez años la primera vez y hace unos seis o siete la última ocasión. En ambas fue como parte de una actividad de los scouts con el objetivo principal de conocer las Grutas del Rosario. Lugar que también quería visitar en esta ocasión. Llego a la desviación del camino que me conduce a estas grutas y antes de tomar el camino veo que viene una camioneta bajando de las grutas, me aproximo a ellos y me indican lo mismo que dice el letrero: “que tengo que ir a Vicente Suárez por un guía”. Los tripulantes de la camioneta son vecinos de este poblado y entre ellos hay uno a quien reconocí como el guía que nos ayudó la última vez que estuve ahí, hace unos seis años. Sigo sus instrucciones y me voy rápidamente al pueblo, ahí busco la casa donde puedo conseguir guías y la señora a cargo me indica que no hay acceso a las grutas, pues hay trabajos de remodelación y adecuación en proceso. Así que resignado escucho que para las vacaciones de semana santa ya estará este destino en mejores condiciones, con restaurant y alojamiento a pie de las grutas.

 

Busco un lugar para comer ahí en Vicente Suárez, así que me dirijo al único restaurant donde me prepararon una hamburguesa, creo que es la que más he disfrutado en mucho tiempo, pues además de que el sabor es bueno y está preparada en un tamaño adecuado el hambre que traía ya era demasiado. Antes, mientras y después de comer estuve charlando con algunas personas que estaban tomando cerveza fuera del restaurant junto a mi mesa. Uno de ellos insistía de una forma un tanto persistente en que las grutas están muy bonitas y que debería considerar regresar para cuando esté mejorada la infraestructura del lugar. Un señor, con quien más charlé y quien era el mayor de los tres ahí presentes me compartió un poco de su vida luego de que le comenté de mi origen y que hacía por ahí, en que estaba gastando mi tiempo. Me dijo que el era de Estación de Patos, en el municipio de Nuevo Ideal, Dgo. y que conoce algunos de los sitios por aquel rumbo como Santiago Papasquiaro, Tepehuanes, un poco de la sierra, Canatlán, etc., y que desde que se casó (hace 40 años) vive ahí en Vicente Suárez. También me comentó que sus padres y una hermana mayor que el descansan en el panteón de Bermejillo, a donde el también quiere llegar algún día, pero aún no, aún quiere seguir disfrutando la vida. Otras sabias palabras que escuché de el fueron “Todos sabemos de donde venimos pero no a donde vamos”. Creo que si te pones a pensarlo tiene mucho de razón. Por más que hacemos planes, por más que creemos hacia donde nos dirigimos a final de cuentas podremos terminar en un sitio o situación bastante distinta. Lo único que nos queda es recordar los orígenes, las bases, las enseñanzas y aferrarnos a ello para mantener intacta la esencia, los valores.

 

La comida que compartí con estas amables personas fue una de las mejores de todo el viaje o al menos de las que más disfruté. Además de que el precio fue bastante accesible: $25 por una hamburguesa suprema y un jugo adecuado a la ocasión. Reanudo mi camino rumbo a Mapimí, ahora circulo por pavimento, que en algunos tramos está en perfecto estado, pero en otros está peor que el camino de terracería que acabo de recorrer... Llego al entronque con la carretera que va de Bermejillo a La Zarca, tomo rumbo a Mapimí y disfruto de nueva cuenta estar por ese lugar que ahora se ve con más vida a diferencia de las últimas veces que estuve por ahí. Hay edificios interesantes por conocer, el panteón también me habían dicho que tiene su encanto, pero mi prioridad era comprobar si hay hotel para pasar la noche ahí y si no seguir al Puente de Ojuela y luego a Bermejillo o hasta Torreón para conseguir hospedaje.

 

Encuentro un pequeño hotel que parece abandonado, es el único del lugar y las personas me dicen que tengo que buscar a una señora para que me de acceso. Esto me parece muy inusual, no me gustaría quedarme en ese lugar yo solo así que sin buscarla me voy al Puente de Ojuela, pago mi cuota de acceso y avanzo por una larga recta totalmente plana hasta llegar a un punto donde un joven con un radio nos indica a mi y al resto de automovilistas que tenemos que esperar a que bajen los automóviles que vienen por el camino. Es un camino empedrado totalmente de subida, casi sin partes planas y sumamente estrecho, al grado de que sólo cabe un vehículo a la vez. Pacientemente aguardo, mientras tomo algunas fotografías, observo los paisajes que ya conocía y ahora si, nos dan el paso y automáticamente me voy al frente del contingente. Voy más rápido que todos los automóviles y camionetas y pese a que me detengo unas tres veces a tomar fotos nunca me alcanzan.

 

Durante la subida recuerdo aquella vez que subimos por ese mismo camino a pie, cargando nuestras pesadas mochilas con equipo de acampar. Que aventura que viví con aquellos amigos. Ahora cada quien estamos viviendo nuestra propia vida, cada quien con objetivos distintos. Llego a el Puente de Ojuela y dejo la moto en un lugar tal vez donde no estaba permitido hacerlo, pero donde creo que la tendré a la vista durante toda mi estancia en ese lugar. Cruzo caminando el puente, admiro su altura, de nueva cuenta me pongo a pensar como es que hace tantos años se hizo esta magna obra con la tecnología y recursos con que se contaban en aquella época.

 

Este puente es obra del alemán Santiago Minguín, quien se inspiró en el mismo para crear el Golden Gate, en San Fracisco, California. Tiene una longitud de 318 metros, salva un barranco de 95 metros de profundidad y su ancho es de 18 metros. Este puente tuvo como función facilitar la extracción del mineral desde la mina al poblado y de ahí a las plantas de proceso. El poblado Ojuela es ahora un pueblo fantasma, con la mayoría de sus casas y construcciones en ruinas, como mudos testigos de los años que vivieron la explotación de la riqueza de las entrañas de la tierra.

 

Pude estar ahí, recorrer el puente donde se supone y como cuenta la leyenda, alguno de los mineros que trabajaron en el sitio luego de una tremenda borrachera y al responder al reto de un compañero de parranda se fue corriendo por el pasamanos del puente, pero obviamente en algún punto perdió el equilibrio y fue a dar al fondo de la barranca. Se dice que ahora se escuchan por las noches los pasos de este minero por el pueblo fantasma de Ojuela.

 

Estuve algunos momentos en la entrada del túnel de la mina, vi a algunas personas arrojarse por la tirolesa, pude ver a algunos turistas extranjeros y así, respiré un poco del ambiente de ese sitio para después regresar junto a mi DR y continuar el camino de regreso. Antes de bajar por el camino empedrado otro chavo con radio nos detiene un momento mientras suben tres automóviles. Ahí estoy esperando y me llaman la atención dos adultos de aspecto hippie que están en una camioneta.

 

Bajo rápidamente y me dirijo a Mapimí, donde ahora si busco a la señora del hotel pero ya está cerrada la tienda donde se supone la podría encontrar. Así que sin más me voy a Bermejillo, donde por ser un pueblo a la orilla de la carretera Torreón – Cd. Juárez supuse debería existir más oferta de alojamiento. Así fue y primero llegué a un motel de paso, el cual descarté de inmediato por su desconfiable aspecto. Ya iba yo decidido a seguir hasta Torreón para buscar donde quedarme pero al final de Bermejillo vi un hotel decente en el cual me quedé e incluso la recepcionista me permitió dejar la moto ¡dentro de la habitación! Mientras me registraba platicamos un poco sobre mi ruta y mis planes, así que se emocionó mucho y al enterarse de que a la mañana siguiente iría a San Pedro de las Colonias se ofreció de guía para indicarme un camino de terracería que me evitaría pasar por Torreón. Yo ya lo tenía contemplado pero creo que sin su ayuda hubiese batallado mucho más. También me comentó de las festividades que se realizan con motivo del cultivo de la uva en Parras, Coah., también de la Cueva del Tabaco, al oriente de Matamoros, Coah. donde por algún tiempo estuvo oculto Benito Juárez con los Archivos de la Nación mientras huía de los embates de los conservadores, ambos sitios a donde algún día iré. Pasé una noche tranquila, descansando como debe ser luego de unas 8 horas rodando y de escribir un poco de lo que viví en el día, sólo tuve el inconveniente de que el tren pasó dos veces pitando y las dos veces me despertó, una a eso de las 3am y la otra un poco después pero no me fijé en la hora...

 

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