Concepcion del Oro - Blog

Concepción del Oro

En el pueblo del Real de Minas de San Gregorio Mazapil, el alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición, don Juan de Urroz y Garzarón, se hizo de enorme fortuna en pocos años. Este astuto funcionario real, a quien no se puede probar cómo utilizaba su puesto para hacerse de tantos bienes y propiedades, no tuvo hijos, por lo que acordó con sus parientes de Navarra, el envío de un sobrino.

A cambio el funcionario le daría a este vástago casa, educación y sustento, además de transmitirle todos sus conocimientos, influencias y la cuantiosa fortuna, como su heredero universal que sería. Los naturales de Oriqueta, Navarra, don Pedro León de Lassaga y Catalina Gascué, aceptaron el generoso trato, enviando a su hijo Juan Lucas de Lassaga y Gascué. Así el adolescente emprendió la marcha desde tan lejano pueblo, con algo de ropa hilvanada por su madre, menos reales en el bolsillo y mucho miedo a lo desconocido. Tan sólo fueron tres meses de camino al puerto de Cádiz, del año casi entero que le tomaría llegar hasta su nueva casa. Mientras esperaba para embarcarse, Juan Lucas escuchaba tenebrosas historias del mar, como las furiosas tormentas, los abordajes de sanguinarios piratas y la temible broma, unos gusanos que lentamente carcomían la madera hasta hundirlos en altamar. Por fin se hizo a la mar, y poco a poco, tocando puerto en islas del caribe, tuvo más idea de lo que le esperaba; pieles más que morenas, climas cálidos donde los marinos perdían la razón y cielos azules, intensos. Por fin llegó a Veracruz, con su montaña nevada al fondo, como faro, el Citlaltépetl, o Pico de Orizaba. Después vino la cabalgata hasta el Real de Minas de San Gregorio Mazapil, perteneciente al obispado de Zacatecas, entre cerros llenos de cedros, encinos y piñoneros, apareció la hacienda que más tarde sería suya, San Juan Bautista de Cedros, justo donde la serranía derramaba sus manantiales. En ella lo esperaba su ilusionado tío, Juan de Urroz y Garzarón, a quien debió darle un abrazo totalmente indescriptible; no lo conocía, nadie en el camino pudo hablarle mucho de él, pero gracias a su deseo era un año más maduro, lleno de experiencias y visiones; gracias a él sería alguien en la vida. San Juan Bautista de Cedros era una hacienda beneficiadora, siempre llena de provisiones para los mineros; a cambio daba los primeros tratamientos al mineral extraído. La gente distinguía el lugar por los densos humos negros que salían de sus hornos, los cuales daban trabajo a muchos carboneros del lugar. Juan Lucas fue testigo de la conclusión de la bella parroquia del Real de Minas de Mazapil, tallada en cantera blanca y consagrada a San Gregorio Magno, en el año de 1748.

 

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